Es hora de ir cerrando el cuento. Me duele todo el alma tener que pasar página. Si pienso en dos mil once, es imposible no plantar una sonrisa de oreja a oreja, y pensar que ha sido el año más feliz de mi vida. Sé que las hojas del libro han estado un poco vacías, y que, es inevitable, casi como respirar, no haberte echado de menos. Sé que en el fondo, estás más cercano a mí de lo que imagino. Dame la mano, y no me la sueltes nunca. Aún así, me sigues ayudando a ser muy feliz. Ahora, más que nunca, grito a viva voz que gracias a que existe la gente que tiene que existir, soy el tío más feliz del mundo. Y ellos, bien lo saben. Es difícil ser feliz, pero hay que intentarlo para conseguirlo, y es un juego en el que se puede pedir ayuda. Recordando, llego a recordar que ha sido un año bastante estable en el sentido amistoso. Los subgrupos se unieron para dar de sí un buen grupazo encabezado por felicidad constante, que no es poco. Además, se unieron varios, que bienvenidos sean, y que ojalá no se vayan nunca. Así que, yo me quedo con que he cerrado el año con la familia al completo. En sentido familiar, pero familiar, familiar, la cosa ha estado bastante bien. Tan sólo tengo que mantener las cosas cómo hasta ahora, y la cosa variará poco. En fin, ha sido de verdad, y sin pensármelo dos veces, el mejor año de mi vida. Y ahora, sí que sí, ponemos fin.
Feliz año
